EL USO (Y ABUSO) DE LA TECNOLOGÍA
Hasta hace unos años, la grabación de un disco, demo o maqueta era un proceso muy laborioso si queríamos obtener un sonido medianamente decente. Los estudios no abundaban, y si además la banda en cuestión era de un núcleo urbano rural y apartado, como era mi caso, había que sumar desplazamientos y estancia en una ciudad más grande. Esto podía convertir el hecho de grabar un trabajo en un esfuerzo económico importante; así que lo ideal era llevar los temas preparados al milímetro para no pasar en el estudio más tiempo del estrictamente necesario y que no se incrementaran los costes. La grabación no constituía más que un simple trámite, ya que todo el trabajo se realizaba en el local de ensayo.
La primera vez que me grabé tocando supuso toda una revelación para mí. Recuerdo que al escucharme, la pregunta que me vino a la mente fue «¿Toco así de mal?» e inmediatamente comprendí que existe una diferencia abismal entre lo que creemos que estamos tocando y lo que tocamos en realidad. Desde ese momento, trato de grabarme con regularidad y siempre intento ir al estudio con las cosas claras y estudiadas. Escuchar nuestras interpretaciones con calma y detalle es la mejor forma de ver qué aspectos de nuestra técnica hemos de trabajar más, qué partes funcionan y cuáles no; lo que nos llevará, en definitiva, a tener una visión global de cómo mejorar nuestras composiciones.
La irrupción de la tecnología ha supuesto un cambio inmenso en nuestra forma de trabajar, a todos los niveles. Hoy por hoy, la informática musical ha convertido en algo mucho más asequible el hecho de poder disfrutar de unas grabaciones de relativa calidad, propiciando una explosión de estudios de grabación por todas partes… lo que está demostrando ser un arma de doble filo. He escuchado algunas veces a la gente decir que la tecnología en el ámbito musical es algo negativo, pero yo no lo veo así. La tecnología no es ni buena, ni mala; es el uso que nosotros le demos lo que la convierte en una cosa u otra. Beneficiarse de la posibilidad de realzar y enriquecer nuestro sonido puede ser algo útil y beneficioso para el resultado final de nuestra música. No obstante, estamos asistiendo a un abuso desmedido de la tecnología en el ámbito de los bateristas de metal extremo, lo que está llevando al género a un callejón sin salida.
Actualmente, es de lo más normal el hecho de llegar a un estudio, grabar muy por encima unas baterías en poco tiempo, y que el verdadero trabajo esté en el proceso de edición. Cortar aquí, pegar allá, cuantizar, sustituir… y ya tenemos una batería absolutamente perfecta, a la par que irreal, con velocidades de vértigo, precisión milimétrica y duraciones infinitas. Hace poco, un amigo que trabaja como técnico en un estudio y cuenta en su haber con más de un centenar de grabaciones me dijo que el noventa por ciento de bateristas graban cosas muy por encima de su nivel real. ¿No os resulta preocupante?
No nos llamemos a engaño, este exceso de tecnología en las manos inapropiadas nos está conduciendo por el peor sendero para crecer y mejorar como músicos. No solo por el hecho de que seamos poco honestos con nosotros mismos al hacerlo, sino porque estamos ofreciendo a los demás un producto que no se corresponde con la realidad. Más de una vez, he escuchado un disco con unas baterías alucinantes, he pagado una entrada para ver en directo a esa banda… y me he encontrado con que me habían estafado.
Ni el baterista más preciso del mundo se puede acercar nunca al nivel de exactitud de una máquina. Y francamente, creo que no hace ninguna falta. Estamos asistiendo impasibles a un proceso de robotización de la batería en el metal en general, que está restando toda la personalidad y frescura que ha atesorado siempre un género tan rico musicalmente. Nos hemos acostumbrado tanto a lo artificial que escuchar a un baterista tocar como una persona, y no como una máquina, nos resulta raro.
Es imposible que evolucionemos en el momento en que dejamos que sea la tecnología la que trabaje por nosotros.
COMPÓN TUS PARTES
La tecnología no solo ha cambiado la forma en que grabamos, sino también nuestra manera de componer, y creo que éste es uno de los aspectos más peligrosos. Las bandas ya no componen desde cero en sus locales de ensayo, aportando todos los miembros ideas por igual a lo largo del proceso; ahora se hace desde casa.
Algunos de mis alumnos más jóvenes me han comentado que normalmente los guitarristas de sus respectivas bandas componen los temas por su cuenta, baterías programadas incluidas, para que «tengan una idea» de cómo funciona la canción. Esta es la otra parte de la ecuación en el proceso de robotización de la batería extrema.
Si leéis los artículos anteriores, podréis percataros que el desarrollo de la velocidad es algo que depende de una buena cantidad de factores distintos y complejos, y no puede quedar supeditado a algo tan sencillo como pulsar teclas en un ordenador sin conocer demasiado bien la forma en que opera un baterista a determinados tempos. Por supuesto, siempre hay que admitir críticas constructivas y sugerencias, pero hemos llegado a un punto en que cualquiera compone nuestras partes, nos entrega una pista programada con una batería inhumana, esperpéntica y sin sentido, y nos dice «lo quiero así. ¿Podrás hacerlo?»
Imaginad por un momento que entregáis a vuestro cantante una pista de voz hecha con un sintetizador para que la tome como referencia. Estoy seguro que en seguida preguntará donde está la humanidad, la intención, la expresividad… donde está la música, en definitiva. ¿Por qué con la batería resulta válido, y con el resto de instrumentos no? Yo mismo he visto como me entregaban para trabajos de sesión pistas de batería programada que contenían semifusas a 250 bpm la negra o baterías con cinco y seis unísonos (Contaos las extremidades, por favor). Hemos llegado a una especie de competición no declarada en la que lo único que se tiene en cuenta es ver quien toca más rápido y quien da el triple salto mortal hacia atrás, dejando de lado lo que más importa: la música.
El consejo más útil que puedo ofreceros es la conclusión de que compongáis vosotros mismos todo vuestro material, desarrolléis vuestra creatividad, y evitéis a toda costa formar parte de esa legión de bateristas que quieren tocar como robots. No tengáis miedo, ni os avergoncéis, de sonar como una persona. Os aseguro que eso hará mucho más por vosotros.
Nos vemos en el próximo artículo. ¡Hasta pronto!